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Leer es Aburrido

"Nos encontramos en Abril, mes donde, entre otras cosas, se celebra el Día del libro. ¿A quién le importa?, si acaso a la Secretaría de Cultura y a aquellos que esconden su pasión y soledad detrás de las letras."

Me incluyo en este último grupo. No tengo un doctorado en filosofía y letras, ni soy una escritora de renombre; sin embargo, nací del matrimonio de un par de ávidos lectores, que me convencieron de la importancia de los libros en la vida del ser humano, a través del ejemplo.


No diré que desde niña me encantaba leer y que es un gusto con el que nací, pues para mí, fue un gusto adquirido con el paso de los años.




NO DISFRUTÉ MI PRIMER LIBRO...


No disfruté mi primer libro, es más, ni siquiera los leía completos al principio de mi trayectoria como lectora; me costaba concentrarme, me aburrían, y a veces, ni les entendía. Era una adolescente que aún no sabía cómo saborear las utopías de Huxley ni los versos de José Emilio Pacheco; y debo decir, que fue un camino que vi tan tedioso, que preferí abandonarlo.


Sin embargo, cada que mis papás hablaban sobre algún tema complejo, o debatían sobre la obra de cierto autor enfrente de mí, me despertaban la curiosidad de saber más a profundidad sobre ello. No obstante, esto no me fue motivo suficiente para aventarme al ruedo de la vida lectora.


Pero tarde o temprano, tenía que llegar: el día en que mi vida cambió.


Tenía 17 años y me había inscrito a un concurso de oratoria, arte que mi mamá me había inculcado y que yo creía manejar a la perfección por practicarla desde niña. Grande fue la sorpresa que me llevé al escuchar a los dos oradores que me hicieron quedar en tercer lugar; me sentía humillada y el premio recibido lo sentí como una cachetada.


Mi ego de niña sabelotodo había sido lastimado. Estaba furiosa conmigo misma por no haber dado la talla, por haber sido menos culta que ellos.


Mi mamá al notar mi inmadura reacción me dijo una sola cosa que jamás olvidaré: “te falta leer más.”


A partir de ese día, inspirada por la humillación que sentía, comencé diariamente a leer noticias, a informarme de lo que pasaba a mi alrededor, a preguntar cada cosa que no me quedase clara; esta vez, hice caso a cada recomendación que mis papás me hacían, y me convertí en visita permanente de su estante de libros.


Desde ese entonces hasta ahora, puedo confirmar que mi vida dio un giro positivo a causa de la lectura. Gracias a los libros, he reído, he llorado, he amado con más fuerza; en ocasiones sola, en otras con mi compañero de lectura. No concibo mi vida ya, sin la crítica de Sartori, el existencialismo de Camus, o sin el realismo mágico de Gabo.


Por todo esto, celebro la existencia de los libros tanto como la de un amigo, pues sin ellos, no habría entendido jamás que:


“Sin duda, el que cree que sabe mucho, en realidad no sabe nada.” COR 8:2

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